A día de hoy, todo el mundo sabe que un SSD PCIe NVMe es mucho más rápido que un SSD de 2,5″ con interfaz SATA 3, al menos en términos teóricos. En esta web ya hemos analizado los beneficios que tener un SSD NVMe aporta en términos de rendimiento en juegos pero, ¿y a la hora del arranque de un PC con Windows? Esto es lo que vamos a proceder a contaros en el presente artículo, en aras de ver si merece la pena hacer que el SSD de sistema sea NVMe o SATA.
Estamos en un momento del mercado en el que ya prácticamente no queda ningún PC doméstico sin SSD, al menos para el sistema operativo y los programas principales. Muchos usuarios optan por tener un SSD NVMe para estos menesteres con otro SSD SATA 3 como almacenamiento masivo, ya que son todavía bastante más baratos pero, ¿es esta la mejor situación para poder tener el mejor rendimiento?
¿Cuánto tiempo ahorra un SSD NVMe frente a uno SATA en el arranque del PC?
Cuando en su momento pegamos el «salto» de utilizar discos duros mecánicos a los primeros SSD, la mejoría de rendimiento de todo el sistema se incrementó notablemente, y muy especialmente cuando hablamos de tiempos de arranque. Sin embargo, ya dentro del ecosistema de los dispositivos de estado sólido, cuando pasamos de tener interfaz SATA 2 a SATA 3 tampoco es que notáramos una mejoría demasiado elevada, si bien es cierto que sí que ganamos bastante rendimiento especialmente en tareas de carga y transferencia de archivos.
A priori, como los dispositivos de estado sólido con interfaz PCI-Express y protocolo NVMe tienen un rendimiento notablemente superior a aquellos con formato 2,5 pulgadas e interfaz SATA 3 (de media, estamos hablando de multiplicar por 6 la velocidad), deberían hacer que el PC arranque bastante más rápido, ¿verdad? Vamos a ver, no obstante, en cifras empíricas cómo de grande es este incremento de rendimiento, el tiempo que nos ahorra, y por supuesto si merece o no la pena el cambio.
Antes de comenzar con las pruebas, hemos de aclarar como siempre que cada PC es diferente, y de hecho cuando hablamos del tiempo de arranque de un sistema Windows depende en gran medida de los programas que tengas instalados, y más concretamente de aquellos residentes que se inician cuando enciendes el PC. Esto significa que los resultados que obtendrá cada usuario serán empíricamente diferentes, pero aun así os vamos a mostrar una comparativa en el mismo hardware, con un clon de un SSD en otro (así que los programas son los mismos en ambos) y por lo tanto la cifra de incremento de rendimiento será fidedigna.
Dicho esto, para esta comparativa hemos utilizado un SSD PCIe 3.0 NVMe Transcend SSD 220S de 1 TB y lo hemos comparado con un Corsair Neutron XTi de 512 GB, dos SSD «razonables» en términos de rendimiento y precio. Para las pruebas, hemos utilizado una placa base MSI Z370 Gaming M5 junto con un procesador Intel Core i7-8700K y 32 GB de memoria RAM Corsair Dominator Platinum RGB DDR4 a 3600 MHz.
Tal y como hemos mencionado antes, lo que hemos hecho ha sido clonar el contenido de un SSD en otro, así que ambos tienen una instalación de Windows con todos los programas de manera exacta, haciendo que aunque los datos que obtendríamos con una instalación limpia de Windows serían mejores, la comparación de rendimiento entre ambos SSD es completamente fidedigna. A destacar que el Inicio Rápido de Windows está habilitado en BIOS.
El tiempo lo hemos medido con un cronómetro digital, desde el momento en el que se pulsa el botón de encendido de la caja y hasta que se nos presenta el escritorio de Windows y nos permite trabajar con él, pero también hemos medido el tiempo de POST. Este ha sido el resultado obtenido:
De esta comparativa podemos sacar dos conclusiones principales: la primera es que el tiempo de POST aumenta ligeramente (apenas dos décimas de segundo) con un SSD más lento como es la variante con interfaz SATA 3, y la segunda es que el tiempo total que nos ahorramos a la hora de un arranque completo con sistema operativo Windows 10 es de poco más de 3 segundos.
Estos 3,3 segundos que ahorramos al tener el sistema operativo instalado en el SSD NVMe supone una mejora del 12,13% en cuanto al tiempo de arranque total, y de apenas un 4,25% en el tiempo de POST. Ten en cuenta que, según nuestros datos, el tiempo de arranque total con el SSD SATA 3 ha sido de 27,2 segundos, mientras que con el dispositivo NVMe este tiempo se ha visto reducido a 23,9 segundos.
¿Merece la pena instalar Windows en un dispositivo NVMe?
Ya hemos visto que, según nuestras propias pruebas, la mejora al utilizar un SSD NVMe para instalar el sistema operativo es de un 12,13% en comparación a tener Windows instalado en un SSD SATA 3, una mejora que puede parecer bastante pero que en realidad con las magnitudes que estamos manejando (pasar de tener que esperar 27,2 segundos a 23,9 segundos) supone tener que esperar apenas 3,3 segundos más.
¿Merece entonces la pena adquirir un SSD NVMe para instalar el sistema operativo? Dependerá de cada cual y de su presupuesto. Os diríamos que si estás montando un PC completamente desde cero, optes por un NVMe para el sistema operativo porque es lo más óptimo, ya que no solo ahorrarás tiempo en el arranque del PC sino también a la hora de manejar archivos, cargar juegos, etc. No obstante, si ya tienes un SSD SATA 3 con el sistema operativo y estás planteándote el actualizarlo por uno NVMe, entonces quizá la mejora no merezca demasiado la pena.
También debes tener una cosa en cuenta: con una instalación limpia del sistema operativo, la diferencia de rendimiento (al menos en términos del tiempo de arranque, que es de lo que os estamos hablando aquí) será todavía menor ya que tendrá que cargar menos programas al inicio. Por otro lado, para la comparativa hemos utilizado un SSD PCIe 3.0, pero los últimos modelos ya con interfaz PCIe 4.0 nos darán un mejor rendimiento y, por lo tanto, unos tiempos inferiores (lo cual obviamente es mejor). En definitiva, el tiempo de arranque entre un SSD NVMe y uno SATA es corto, pequeño, pero porcentualmente grande, donde cada uno debe valorar si le compensa o no dar el salto y por supuesto, la diferencia de precios.